16 marzo, 2025
Opinión

El fallo que sacudió al vallenato: Derechos de autor y el precedente legal que cambia la música folclórica

El folclore vallenato ha sido testigo de un acontecimiento sin precedentes: un juez ordenó retirar una canción de plataformas digitales debido a una disputa sobre derechos de autor. Este hecho no solo marca un antes y un después en la historia del género, sino que también evidencia una problemática latente en la industria musical: la falta de contratos claros y bien estructurados entre compositores e intérpretes.

La controversia entre Juan Fabio Lagos y el Mono Zabaleta por la canción “El secuestro” pone sobre la mesa un dilema jurídico y comercial de gran envergadura. En Colombia, la Ley 23 de 1982 y la Decisión Andina 351 de 1993 establecen que el creador de una obra posee derechos patrimoniales y morales inalienables sobre ella. Sin embargo, en la práctica, muchos acuerdos en la industria musical se dan de manera informal, sin la debida asesoría legal. Esto abre la puerta a conflictos como el actual, donde un compositor, que inicialmente permitió la grabación de su canción, luego reclama compensaciones económicas significativas.

Desde mi experiencia como abogado especializado en derecho contractual y mágister en contratación pública y privada, puedo afirmar que la falta de formalidad en los acuerdos es un error recurrente en el sector artístico. La música, como toda obra creativa, tiene un valor comercial que debe protegerse mediante contratos bien definidos. Un compositor no solo es un artista, es también un generador de propiedad intelectual, y sin un marco jurídico sólido, su obra puede quedar a la deriva en manos de quienes la interpretan y comercializan.

El negocio musical ha cambiado drásticamente en los últimos años. Antes, el vallenato vivía de los toques y las presentaciones en vivo; hoy, la monetización se encuentra en plataformas digitales como Spotify y YouTube, donde las reproducciones generan regalías. Aquí surge la pregunta clave: ¿cómo se reparten esos ingresos? ¿Cuánto le corresponde al compositor y cuánto al intérprete? ¿Cuándo se puede reclamar un derecho sobre una obra ya grabada? El caso de El secuestro nos muestra que el folclore vallenato, pese a su riqueza cultural, aún no ha logrado adaptarse del todo a estas nuevas dinámicas económicas.

El reclamo de Lagos contra el Mono Zabaleta deja al descubierto una desconexión entre la legalidad y la práctica musical. El cantante alega que hubo un acuerdo inicial, aunque no se formalizó por escrito, mientras que el compositor exige una compensación económica importante para autorizar la reproducción de la canción. Esta disputa sienta un precedente y plantea un riesgo para el género: si más compositores deciden reclamar bajo este mismo esquema, podríamos ver una ola de litigios que afecten la sostenibilidad de la industria vallenata.

Pero este análisis no solo lo hago desde mi ejercicio profesional. También lo vivo desde mi propia historia. Antes de ser abogado, fui un niño que componía canciones vallenatas. Sé lo que significa crear una melodía, darle forma a un sentimiento y ver cómo una idea se convierte en música. La música es intangible hasta que alguien la interpreta y la lleva al público. En esa relación de simbiosis entre compositor e intérprete, ambos son esenciales. Uno aporta la creación, el otro la convierte en éxito. Pero cuando no hay reglas claras, cuando las condiciones no se establecen desde el inicio, aparecen los conflictos.

Siempre le digo a mis amigos: “Un contrato claro evita una guerra futura.” En el vallenato y en toda la industria musical, la legalidad debe caminar de la mano del talento. No basta con el romanticismo de la inspiración; hace falta la firmeza de un acuerdo jurídico que garantice el equilibrio entre compositor e intérprete. Sin este blindaje, seguirán ocurriendo casos como este, donde el sentimiento y el arte terminan peleando en los estrados judiciales en lugar de brillar en los escenarios.

Este caso debe servir como precedente para el folclore vallenato y para la música en general. Los creadores deben entender la importancia de proteger sus derechos desde el inicio, mientras que los intérpretes deben asegurarse de que sus acuerdos sean justos y claros. El vallenato no solo es poesía y acordeón, también es industria, y como toda industria, necesita seguridad jurídica para garantizar su sostenibilidad y crecimiento.

Hoy, más que nunca, el folclore necesita reglas claras. Porque en la música, como en la vida, es mejor prevenir que demandar.

Cristian Torres Dlr.

Abogado, columnista y amante del vallenato.

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